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La carrera

Leopoldo Barrionuevo leopoldo@amnet.co.cr | Sábado 02 octubre, 2010



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La carrera

¿Y vos qué vas a estudiar, nene/a? Esa era la pregunta con la que nos jodían la vida cuando éramos chicos a los que ahora ya ni siquiera somos grandes: apenas supervivientes.
¿No pensaste qué carrera vas a seguir? No te la pasarás jugando pelota porque el fútbol es de atorrantes y se acaba pronto, además, se gana poco.
Mi madre quería para mí un destino seguro en un tiempo en el cual no había jubilación y se trabajaba seis días completos a la semana: habíamos padecido la crisis de los 30, la Segunda Guerra Mundial pero no habíamos sufrido sus horrores y el país parecía apuntar hacia un gran destino con el advenimiento de Perón y Evita; mi vieja soñaba con un puesto público y acabé siendo maestro y luego profesor hasta que las circunstancias me llevaron a dirigir la primera escuela de ventas de Latinoamérica, poco después convertida en universidad.
Y pude comprobar que uno estudiaba una cosa y la vida lo llevaba a otra y como cantaba el poeta: “Uno está donde uno quiere, muchas veces sin pensar”. En todo caso, lo importante era prepararse, aprender a conceptualizar, pero sobre todas las cosas, aprender a vivir y dar examen todos los días en la Universidad de la Vida.
Pero había trabajo, por lo general trabajo duro estuviera o no relacionado con la preparación que uno tuviera, lo importante era sobrevivir y costaba poco porque nos arreglábamos con poco también, uno estaba convencido de que la felicidad era estar contentos con la escasez y cuando llegaron los hijos jamás soñamos en que existirían los pañales desechables, los zapatos nuevos, las bicicletas propias, las pelotas de cuero, la televisión, las gaseosas embotelladas, agua que no fuera del pozo, las comidas rápidas (todas eran lentas), las motonetas, las vacaciones en el mar, la montaña o los viajes largos…
Por entonces vivíamos en la vieja sociedad del consumismo: con su mismo par de zapatos, con su mismo traje, con su misma media zurcida… los sueños consistían en mudarse de la casa de los viejos, cambiar de barrio, pasar del caserón a un departamento.
Hoy en cambio, hay más acceso a estudios, pero menos acceso a las fuentes de trabajo, no porque no haya donde trabajar sino porque las empresas no quieren lidiar con las prestaciones sociales y prefieren contratar a PyMEs que les hagan trabajo independiente por tiempos definidos. A su vez, los jóvenes trabajan en ellas no con el afán de quedarse allí toda la vida sino para liberarse y ser independientes algún día, tienen pocas ataduras, contados hijos y están más atareados en cumplir con el pago de sus tarjetas de crédito que en el consumo mismo, en lo posible trabajan ambos y la mama cuida nietos siquiera de a ratos.
Ya la carrera no es el objetivo sino algo que pocas veces aprenden: saber manejarse como entidades de trabajo proveedoras de soluciones, es decir como empresas pequeñas a la búsqueda de clientes que los necesiten, saber vender sus habilidades en función del interés de otros a la vez que comprender que el beneficio es lo único por lo que hoy se paga: los resultados y el tiempo.
Muchos creen que el dinero es el dios moderno y en verdad no define motivo alguno en la medida que es tan solo un instrumento, un medio para lograr un fin: díganme qué van a comprar con su dinero y sabré cuál es su auténtica motivación.
La carrera es solamente la vida que hay que aprender a llevar sin apuros ni ansiedades: la carrera es solo recorrer el camino sin apremios, de todos modos no hay trofeo porque te vas a llevar tan solo lo que trajiste al llegar.

Leopoldo Barrionuevo
leopoldo@amnet.co.cr

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