La agenda pendiente de la paz
| Martes 20 noviembre, 2012
Lo que se ha hecho bien debe continuar, y lejos de bajar la guardia se deben incrementar cada día las medidas tendientes a prevenir y controlar la delincuencia
La agenda pendiente de la paz
Si en una época Costa Rica se mantuvo en paz mientras Centroamérica ardía en conflagraciones internas a causa de ideologías opuestas enardecidas por la guerra fría entre Estados Unidos y la entonces Unión Soviética, hoy nuestro país no está al margen de la inseguridad en que se encuentra inmersa la región.
No obstante, si en algunos países del Istmo corre la sangre por la acción del narcotráfico y el crimen organizado, Nicaragua y Costa Rica son los menos golpeados por este nuevo flagelo que tantas muertes trae consigo y es, en general, la delincuencia común la que se ha incrementado manteniéndose como una amenaza constante sobre la población.
Así lo destaca un ranking publicado por este medio ayer, que muestra la triste realidad que baña de nuevo en sangre a la región a 25 años de aquella histórica firma que permitió parar las matanzas y el horror.
Si bien Nicaragua es la que arroja las mejores cifras hoy en porcentaje de víctimas del hampa (20%), y en Costa Rica se ha logrado últimamente mermar un poco este tipo de violencia (son los dos países en mejor situación en este sentido), este sigue siendo uno de los principales problemas que enfrentan los costarricenses.
No deja de ser una buena noticia sin embargo, el que la presente administración haya podido dar pasos acertados que mejoraron un poco las cosas y permitieron disminuir en algo el constante malestar en el que viven los nacionales, un pueblo históricamente acostumbrado ya al clima de paz.
Esto indica que lo que se ha hecho bien debe continuar y que lejos de bajar la guardia se deben incrementar cada día las medidas tendientes a prevenir y controlar la delincuencia.
Esas medidas tienen dos grandes frentes de acción que son las estrategias y programas de tipo preventivo y las de carácter represivo.
Las primeras para ofrecer una mejor vida a los adolescentes y adultos que en condiciones de pobreza o de simple desviación por falta de formación y motivación adecuada en el hogar se involucran en actos delictivos, y la segunda para sacar de acción a los delincuentes que ya han hecho de esto su forma de vida.
Las medidas que han dado buenos resultados deben continuar y servir de estímulo para muchas otras que se implementen porque la tarea apenas comienza.