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FORO DE LECTORES


Indefinición suicida

| Lunes 01 octubre, 2007


Indefinición suicida

Wilmer Murillo

Está detenida, y desde hace muchos años, la acción que en todos los campos se requiere para sacar adelante al país y alcanzar mayores niveles de bienestar social.
El país vive prácticamente enfrentado a los mismos problemas de hace 25 años. La educación de excelencia, los servicios de salud de calidad, la infraestructura de clase mundial, más y mejores empleos, la reducción de la pobreza, las pensiones para todos, la apertura económica y las oportunidades para las familias, exigen reformas estructurales.
Ante los nuevos desafíos Costa Rica se ha ganado la fama de ser el reformador más lento de América Latina. Y es que nuestro país vive frente a una permanente amenaza fiscal que no solo limita la inversión social, sino que estruja al sector privado y golpea a las clases más necesitadas por medio de una porfiada inflación y tasas de interés elevadas.
No obstante que el país ha mantenido una significativa estabilidad macroeconómica, esto, lo que le ha permitido, es no caer en una crisis. En el interregno los resultados de mejoramiento han resultado precarios.
Los logros que exhibe Costa Rica actualmente, dentro y fuera de nuestras fronteras, de los cuales aún disfrutamos, que sostienen el edificio democrático y nos permiten remar hacia el futuro, fueron obra empeñosa y visionaria de nuestros antepasados. En tales situaciones críticas que, al anteponerlas a la abulia o irresolución de hoy, nos preguntamos qué habría ocurrido si la actual clase política hubiera tenido que hacerles frente a tan altos desafíos.
Ciertamente, la enfermedad más grave que padece Costa Rica es la indefinición. Somos un enfermo que no se quiere curar, pese a la certeza de los diagnósticos, y hasta su misma aceptación.
Lo que se adivinaba o se insinuaba ya está a la vista. Existen pruebas palmarias de que la nación se ha tornado vulnerable, se encuentra en riesgo máximo, y su vulnerabilidad radica en el debilitamiento de algunos órganos vitales de una sociedad: la salud, la educación, el déficit habitacional y la desmejora en la distribución del ingreso.
Estos problemas cobran más vida cuando se comprueba el colapso, en cobertura y calidad de la educación secundaria. Como ya lo hemos dado a conocer en nuestras páginas informativas solamente tres de cada diez estudiantes que ingresan a la secundaria logran obtener su bachillerato. Es el reflejo de una honda crisis familiar, en el campo económico y formativo, y la repercusión de la violencia personal, por accidentes de tránsito y por homicidios y suicidios, en los índices de salud.
Ciertamente, el país necesita acometer los grandes retos para corregir las tendencias negativas ya señaladas.
No podremos seguir ascendiendo en lo social, en lo humano, mientras las reformas políticas y económicas así como el liderazgo y el arsenal de correctivos internos de los programas sociales que las deben acompañar, estén a merced de lo circunstancial o cuando se disipen los nublados del día.
A la inercia actual debe suceder un nuevo ímpetu reformador para promover el desarrollo y hacer que sus beneficios lleguen a la mayoría de la población
Hasta tanto nuestros dirigentes no extirpen el tumor de la indecisión, y de la falta de una agenda nacional, que nos permita saber para dónde vamos, seguiremos hacia el despeñadero entre lamentaciones y querellas.





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