El libro de Antonio Alvarez
| Sábado 09 octubre, 2010
El libro de Antonio Alvarez
Aunque de una generación mayor a la mía, en el año 1990, cuando recién salía yo de mis estudios secundarios, tuve la oportunidad de conocer a Antonio Alvarez Desanti. Si la memoria no me falla, su despacho legal y empresarial se localizaba entonces en Zapote. Allí me citó para ofrecerme su amable intermediación, en las negociaciones que se desarrollaban al calor de alguna de las asambleas políticas de aquellos años.
Aunque ya no preciso los detalles de aquella lejana cita, sí recuerdo que —siendo aún muy joven Antonio—, mostraba ya cualidades de líder idealista, emprendedor y valiente. Abría paso generacional en el partido, y marcaba rumbo para aquellos que —por ser menores en edad—, veníamos detrás. Aunque con el tiempo perdimos la fluidez de la comunicación política y profesional, por esas casualidades de la vida, y cuando ya era importante el lapso sin el mutuo contacto, me enteré —por vías ajenas a él por supuesto—, que desinteresada y secretamente, daba colaboraciones a personas que se encontraban en particulares circunstancias de necesidad.
Como fui plenamente consciente de la celosa reserva y discreción con la que las ayudaba, valoré aún más esta faceta de su dimensión humana, que hasta entonces era desconocida para mí.
En su madurez de hoy, Antonio ha presentado el pasado 8 de octubre el libro testimonial denominado La Salida, en el cual narra la lucha que debió librar para recuperar y rehabilitar su cuerpo y espíritu, después del gravísimo accidente sufrido la fatídica mañana del 9 de diciembre de 2009, cuando un furgón de carga lo atropelló en la autopista Florencio del Castillo.
Allí se narra la trayectoria de combate que debió emprender, tanto en el plano físico como en el espiritual, para alcanzar esa doble recuperación y ofreciéndonos valiosísimas lecciones acerca de las pequeñas cosas que son las realmente trascendentes en la vida.
Quienes en esta época de disvalores crean firmemente en la importancia del rescate de conceptos como el de Dios, familia o patria, les es recomendable la lectura de este testimonio, de cuyas páginas dimana una sincera vocación de optimismo, amor fraterno y fe en el porvenir. En especial, quienes conocemos a Antonio, pues sabemos de la sinceridad y entereza del hombre que se encuentra detrás del relato.
No solo por su trayectoria de padre, esposo y amigo ejemplar, sino por su valía como ciudadano e hijo de esta patria. Y en momentos en que nuestra sociedad se ve más que nunca amenazada por los usuales mercaderes del poder, es gratificante saber que en lontananza de la actividad política, aún este país cuenta con ciudadanos cuya madera espiritual es de tal estatura.
Fernando Zamora Castellanos
Abogado constitucionalista
fzamora@abogados.or.cr
Aunque de una generación mayor a la mía, en el año 1990, cuando recién salía yo de mis estudios secundarios, tuve la oportunidad de conocer a Antonio Alvarez Desanti. Si la memoria no me falla, su despacho legal y empresarial se localizaba entonces en Zapote. Allí me citó para ofrecerme su amable intermediación, en las negociaciones que se desarrollaban al calor de alguna de las asambleas políticas de aquellos años.
Aunque ya no preciso los detalles de aquella lejana cita, sí recuerdo que —siendo aún muy joven Antonio—, mostraba ya cualidades de líder idealista, emprendedor y valiente. Abría paso generacional en el partido, y marcaba rumbo para aquellos que —por ser menores en edad—, veníamos detrás. Aunque con el tiempo perdimos la fluidez de la comunicación política y profesional, por esas casualidades de la vida, y cuando ya era importante el lapso sin el mutuo contacto, me enteré —por vías ajenas a él por supuesto—, que desinteresada y secretamente, daba colaboraciones a personas que se encontraban en particulares circunstancias de necesidad.
Como fui plenamente consciente de la celosa reserva y discreción con la que las ayudaba, valoré aún más esta faceta de su dimensión humana, que hasta entonces era desconocida para mí.
En su madurez de hoy, Antonio ha presentado el pasado 8 de octubre el libro testimonial denominado La Salida, en el cual narra la lucha que debió librar para recuperar y rehabilitar su cuerpo y espíritu, después del gravísimo accidente sufrido la fatídica mañana del 9 de diciembre de 2009, cuando un furgón de carga lo atropelló en la autopista Florencio del Castillo.
Allí se narra la trayectoria de combate que debió emprender, tanto en el plano físico como en el espiritual, para alcanzar esa doble recuperación y ofreciéndonos valiosísimas lecciones acerca de las pequeñas cosas que son las realmente trascendentes en la vida.
Quienes en esta época de disvalores crean firmemente en la importancia del rescate de conceptos como el de Dios, familia o patria, les es recomendable la lectura de este testimonio, de cuyas páginas dimana una sincera vocación de optimismo, amor fraterno y fe en el porvenir. En especial, quienes conocemos a Antonio, pues sabemos de la sinceridad y entereza del hombre que se encuentra detrás del relato.
No solo por su trayectoria de padre, esposo y amigo ejemplar, sino por su valía como ciudadano e hijo de esta patria. Y en momentos en que nuestra sociedad se ve más que nunca amenazada por los usuales mercaderes del poder, es gratificante saber que en lontananza de la actividad política, aún este país cuenta con ciudadanos cuya madera espiritual es de tal estatura.
Fernando Zamora Castellanos
Abogado constitucionalista
fzamora@abogados.or.cr