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El fin de la Guerra Fría

Arnoldo Mora mora_arnoldo@hotmail.com | Viernes 19 junio, 2009



El fin de la Guerra Fría


Desde su llegada a la Casa Blanca, el nuevo gobernante de Estados Unidos ha hecho un derroche de indómita energía para promover sus propuestas. Lo cual le ha valido una sólida popularidad dentro y fuera de su país. Su mayor mérito ha sido el que no ha tenido miedo de enfrentar sin rodeos ni dilación los desafíos más agudos que le dejó su antecesor. Internamente el problema más grave es la crisis económica y sus repercusiones en el campo social y político y que afecta al mundo entero. En el campo internacional, la confrontación con el Islam constituye el mayor de los desafíos. Lo cual significa que, en esa lista de prioridades, aparentemente no figuran sus vecinos del Sur.
En vista de lo anterior, algunos "analistas” se han apresurado a decir que América Latina no es prioridad en la agenda de Washington. Esa opinión me parece absurda debido a que nadie, ya sean familias particulares o países y regiones enteras, puede dejar de lado como prioridad las relaciones con sus vecinos inmediatos, por la simple y sencilla razón de que lo que le pase a nuestro vecino, para bien o para mal, siempre afecta nuestra vida hogareña. América Latina es el único vecino geográfico de América del Norte. Somos dos Américas, divididas hoy por un vergonzoso muro a orillas del Río Bravo, brutal reflejo de lo que ha sido una sangrienta historia de invasiones e intervenciones, que se vienen a unir a las abismales diferencias en lengua, tradición religiosa y raíces étnicas y culturales. Ignorar nuestras diferencias históricas es tan miope como ignorar nuestra vecindad geográfica. Por eso, nuestras relaciones siempre ocuparán un lugar prioritario en nuestras agendas políticas.
El mérito del nuevo gobierno norteamericano es haberlo reconocido al formular una nueva política hacia nuestra región, como lo han mostrado, con su actitud más que con sus propuestas, Obama en Trinidad y Tobago y Hillary en San Pedro Sula. En concreto, esta última Asamblea dejó de ser un monótono ritual burocrático para convertirse en un histórico encuentro entre ambos bloques hemisféricos. América Latina, haciéndose eco del sueño bolivariano, se mostró sólidamente unida y logró el objetivo propuesto: acabar con la nefasta huella de la Guerra Fría en la región más importante, geopolíticamente hablando, de todo el continente, como es la Cuenca del Caribe, al decidir por aclamación la abolición del decreto que excluía a Cuba de la OEA por razones ideológicas y que data de enero de 1962 en Punta del Este (Uruguay). Con ello se corregía un garrafal error impuesto por el Imperio, pues un organismo laico se comportaba como una secta religiosa fanática, que se amparaba a un dogma con el objeto de perseguir, al mejor estilo de Torquemada, a quienes no profesaban sus ideas o creencias. Hoy Cuba, estando ausente, ha logrado un gran triunfo diplomático en San Pedro Sula. Pero eso no es más que el reconocimiento hemisférico de que todos los países sin excepción, tanto de América Latina como del Caribe, mantienen relaciones diplomáticas plenas con el gobierno revolucionario de La Habana.
Ciertamente la Guerra Fría ha terminado, por fin, en el Caribe y, con ello, en todo el continente. Pero no por eso se ha acabado el conflicto bilateral entre Cuba y Estados Unidos, único país hemisférico que no mantiene relaciones diplomáticas con la isla. ¿A qué se debe? En un próximo artículo daré mis reflexiones sobre el tema.

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