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Desigualdad, pobreza y el ébola

Leiner Vargas lvargas@una.ac.cr | Martes 28 octubre, 2014


Requerimos cambiar hacia una sociedad más solidaria, menos egoísta, más austera, menos consumista, más humana


Reflexiones

Desigualdad, pobreza y el ébola

Vivimos en una aldea global y como ciudadanos globales somos cada vez más interdependientes unos de otros. A pesar de que nuestro sistema económico propicia el individualismo, el egoísmo y la autosuficiencia, las condiciones de la vida en el planeta nunca fueron tan conectadas e interdependientes como lo son hoy.
Es poco humano, que con el conocimiento humano sobre cómo producir alimentos, más de 900 millones de personas en el planeta padezcan hambre.
Es mucho más injusto que buena parte de los pobres en el mundo son niños y niñas y un porcentaje creciente son ancianos, mujeres solas o personas con alguna discapacidad.
Es insostenible que la diferencia entre lo que recibe el 2% de la población más rica del mundo y lo que recibe el 20% más pobre, se siga ensanchado como ha sucedido en las últimas décadas.
El gasto en mascotas del 20% de la población más rica del mundo podría resolver la pobreza global total.
A pesar de lo anterior, pocas cosas nos dan tanto miedo como las epidemias globales o pandemias humanas. Pensamos que somos inmunes a las afectaciones del ecosistema, social y natural en el que vivimos, pero no lo somos.
Hemos generado tales afectaciones y desequilibrios al planeta, en el afán de perseguir el lucro y de obtener ganancia, que hoy se nos devuelve en afectaciones globales conocidas y por conocer.
El drama que hoy viven la ciudad de Madrid o de Nueva York con sus primeros casos de ébola, podría estar ya en alguna de nuestra ciudades como San José, Heredia o Alajuela.
Por eso no se trata de preguntarnos si nuestro sistema de salud está preparado o no para enfrentar una epidemia o pandemia global, deberíamos preguntarnos si hemos contribuido y hemos hecho algo para evitarla o reducir el impacto que hoy tiene en África Occidental, específicamente en Guinea, Sierra Leona o Liberia.
Los costarricenses somos poco conscientes de que en Centroamérica más de 300 mil familias han perdido toda su cosecha producto de la sequía y que probablemente esta Navidad no tendrán lo mínimo para sobrevivir.
En este mismo momento, más de 200 mil costarricenses padecen hambre y no podrán llenar su necesidad de alimentación mínima al atardecer.
En tanto eso pasa, justificamos presupuestos públicos inflados para defender pensiones y salarios de lujo, mientras en muchas familias costarricenses no hay ni siquiera lo básico para sobrevivir.
Esperemos entonces que el ébola nos saque de nuestra zona de confort y nos ilumine sobre las verdaderas prioridades, como gobierno y como sociedad. Es hora de preguntarnos qué podemos hacer por lo que están a nuestro alrededor y no pensar en qué harán ellos para con nosotros. Requerimos cambiar hacia una sociedad más solidaria, menos egoísta, más austera, menos consumista, más humana local y globalmente. Tal vez el ébola nos ilumine.

Leiner Vargas Alfaro

www.leinervargas.com

 

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