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"Con Mussolini, los trenes llegaban a tiempo"

| Viernes 24 julio, 2009


“Con Mussolini, los trenes llegaban a tiempo”

Los golpes de Estado son eventos raros en el primer mundo, de hecho, para los anglosajones son tan poco frecuentes que ni siquiera tienen nombre para denotarlos, por lo que deben utilizar la expresión en francés: “Coup d'état”.
En los “Banana Republics” eran pan de cada día, pero ahora apareció, como regalo de la República de Honduras a las naciones democráticas del mundo, la versión “coup d’état light”.
Bautícese así a la “sucesión presidencial para defender el orden constitucional” o, sacar en pijamas a un presidente legítimamente electo, por orden de un juez de la Corte Suprema al ejército por desacato a un órgano electoral, amparado, por supuesto, en la pétrea Constitución.
Jefferson y Madison se revuelcan en sus tumbas con la orgía tropical en que convirtieron sus preciados “balances y chequeos” para asegurar la equilibrada división entre poderes del Estado.
Excusas constitucionales aparte, la causa subyacente que originó el golpe fue la Intolerancia (en mayúscula). La Tolerancia es el valor supremo que garantiza el éxito de la civilidad y la democracia.
El principio de la libre expresión de Voltaire: “No estoy de acuerdo con tu opinión, pero daría mi vida por tu derecho a expresarla”, se aplica asimismo a la defensa del sufragio cuando el candidato victorioso no es el de nuestro agrado. De lo contrario, “dos, tres, cientos de Michelettis…”
Curioso como en nuestro país, de tradición tan democrática, tantos “demócratas” cayeron en la trampa totalitaria e intolerante de defender lo indefendible. Desviaron su atención hacia lo light del golpe, aceptando legalismos ingenuos, excusas y paranoias, legitimando lo que a todas luces fue un acto cavernícola.
Las interrupciones a periodos de funcionarios electos (“impeachments”) son extremadamente raros en países de verdadera tradición democrática por la simple razón que no se deben dar, salvo en casos extremos y como resultado de un justo juicio político.
La “defensa a la Constitución” no justifica el golpe, menos después que quedó en evidencia que el argumento era solo una excusa.
Esto se comprueba por el hecho que la comisión de Zelaya aceptó la totalidad de los puntos del Plan de Arias, incluyendo el punto 4, “la renuncia a la cuarta urna o consulta popular no autorizada por la Constitución”, mientras la comisión golpista no aceptó el punto 1, “la legítima restitución de Zelaya en la Presidencia”.
¿No era acaso el desacato a una adolescente y en extremo inflexible Constitución el origen del golpe? Removida la supuesta causa que provocó la interrupción del gobierno de Zelaya (la tan temida cuarta urna) y los golpistas continúan en el poder…
Lo tristemente paradójico de este asunto es que los golpistas, con su extrema intransigencia, so pretexto de defender la democracia, sentaron las bases para legitimar la violencia como solución radical para defenderla.
O, en palabras de un radical, Thomas Jefferson:
“Un patriota, siempre está dispuesto a defender a su patria, de su gobierno”.

Eliot Campos Ballard





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