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Miércoles, 11 de diciembre de 2024



EDITORIAL


Ahorrar también es placentero

Un cambio en las costumbres puede llevar a la formación de un consumidor más inteligente, que valore mejor cada compra, analice el valor real de marcas, productos y establecimientos

Redacción La República redaccion@larepublica.net | Jueves 26 noviembre, 2009


Editorial


Entre los saldos positivos que dejaría la crisis, que no generamos pero sufrimos, está el de un mejor consumidor. Una encuesta realizada en torno a los tradicionales gastos de la época navideña reflejó que el 34% de los entrevistados ahorrará completo su aguinaldo. Esto es un importante cambio en un país como el nuestro en el que muchas personas venían manteniendo la cultura no solo de gastar todo el aguinaldo sino, en algunos casos, de endeudarse mediante los bancos, las financieras, el comercio o las tarjetas de crédito. La crisis obligó al costarricense a pensar, controlar sus gastos y recuperar un hábito perdido para muchos, el del ahorro. La época más consumista, la del final del año, presentará variantes en este 2009. Buscar los mejores precios, bajar la cantidad de compras, hacer regalos más baratos son parte de las estrategias para ahorrar. Salir de deudas o hacer arreglos necesarios en las viviendas podrá ser un mejor destino para el aguinaldo. La nueva ley de cobro judicial, que facilita los embargos por parte de las entidades bancarias, que podrán llevarlos a cabo en plazos de cuatro a seis meses, a diferencia de antes cuando se extendían hasta por tres años, varió los hábitos de los deudores que ahora parecen estar más preocupados por cancelar esas deudas lo antes posible. Un cambio en las costumbres que también puede llevar a la formación de un consumidor más inteligente, que valore mejor cada compra, analice el valor real de marcas, productos o establecimientos y se convierta en un mejor comprador. Este fenómeno, que nos llega por la vía inesperada e indeseada de la crisis, podría generar cambios no solo en el consumo sino, como consecuencia lógica, en la oferta. Las personas que tenían poca o ninguna conciencia de su poder como consumidores, podrían adquirir claridad sobre el papel que pueden jugar en el mercado. La demanda mueve a la oferta y obliga a modificaciones en la producción. Sería deseable que esto comience a engendrar un costarricense con hábitos de consumo acordes con sus ingresos y sus preferencias, con estética propia y no tan apegado a una cultura de compra adquirida de otras latitudes por “contagio”.









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