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Viejos oxidados

Arturo Jofré arturojofre@gmail.com | Viernes 25 mayo, 2012



Viejos oxidados


Cuando el director técnico del Herediano les dedica el campeonato a quienes lo llamaron “viejo desactualizado y oxidado”, estaba lanzando un grito de protesta, una forma de expresar que cualquier generalización es peligrosa. A este viejo estratega del deporte lo habían oxidado hace rato, es parte de las nuevas tendencias que se abren camino atropellándolo todo.
A un ingenioso globalizado se le ocurrió en algún momento inventar términos como la tercera edad, ciudadanos de oro y otros similares, seguramente para sepultar la palabra viejo, pero no estoy seguro de que esta terminología engañosa resuelva algo. La realidad es inapelable: la pirámide demográfica de Costa Rica se ha invertido, ahora el número de viejos crece a un ritmo mucho más rápido que los jóvenes y en torno a ellos girará mucho del quehacer nacional. Lo importante es que los viejos tendrán su espacio y será difícil ignorarlos.
La vejez por sí sola no debe ser causa para descalificar a alguien, como no creo que la vejez por sí sola tenga que ser fuente de beneficios sociales. Una persona discapacitada, o enferma física o mentalmente, o incapaz de autosuficiencia, o en estado de pobreza, debe ser objeto de solidaridad y comprensión, pero esto no tiene edad. Para los viejos lo que hay que rescatar es que no se les cierren las puertas solo por ser viejos, el que no se les descalifique solo por su edad, excepto que esta vaya acompañada de otros factores realmente limitantes.
Tenemos que irnos acostumbrando a vivir en una sociedad en que los viejos serán mayoría, pero no se trata de seguir otorgando beneficios sin sentido. Es penoso ver a personas de la “tercera edad” buscando la caja especial que han dispuesto para ellos los bancos y otras instituciones, cuando se trata de viejos con radiante salud, todavía a tres lustros de alcanzar el promedio de vida del costarricense. Este tipo de “beneficios” lo único que logran es que muchos ancianos caigan en la trampa y, como en el Efecto Pigmalión, terminen convencidos de que están “auto oxidados”. Tenemos que dignificar la vejez, no degradarla.
Hace más de 2 mil años, Cicerón nos relata que una vez le preguntaron al anciano Catón por qué a él jamás le molestaba su vejez, la cual para otros viejos era tan odiosa. El anciano respondió: Os admiráis de una cosa bien fácil a mi parecer, porque los que no tienen auxilios dentro de sí mismos para vivir contentos y felices, a estos todas las edades les son pesadas.
Y a los que le arrojaron a don Odir las lanzas oxidadas, el sabio Catón les habría aconsejado que están justo a tiempo para actuar: serán muy felices si han sabido arreglar bien la mocedad, de la cual provienen todas las fatalidades que, por lo común, se experimentan en la vejez.

Arturo Jofré
arturojofre@gmail.com

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